En este blog se mostrarán, sin respetar cronológicamente su fecha de fabricación, todo tipo de locomotoras: vapor, diésel y eléctricas con algunas de sus características (datos clave y técnicos, informe complementario, dónde verlas) como así también -algunas- cuando dejaron de prestar servicios. Sitio sin fines de lucro.

Fichero Técnico (VI)

Los areneros en la era del vapor

A partir de la década de 1840, se convirtió en práctica habitual echar arena desde la locomotora a la cabeza del carril para mejorar la adherencia e impedir que las ruedas patinaran. En el transcurso de los años, se han desarrollado distintos métodos para garantizar que la arena llegue siempre al punto donde pisan las ruedas motrices, sean cuales sean las condiciones meteorológicas.
En la mayoría de estos métodos, era necesario que la arena estuviese seca, que no contuviera grava y que tuviese un bajo contenido en arcilla para que llegara a las vías y efectuara bien su cometido.
En el siglo XIX, se empleaban sistemas poco perfeccionados. En algunos casos, los areneros iban montados en la cabina; el fogonero se encargaba de palear y verter la arena a mano por un conducto con boca en forma de embudo, que desembocaba en el carril. Los resultados no eran muy satisfactorios, ya que no podía echarla en ambos carriles a la vez; como sólo agarraban las ruedas de un lado, los ejes se veían sometidos a peligrosas tensiones de torsión.
Lo más habitual era que los areneros estuvieran situados delante de las ruedas, a nivel de la plataforma. Una válvula de disco situada en la parte inferior del arenero, accionada desde la cabina, hacía salir la arena por el conducto de modo que incidiera directamente en el carril. El mecanismo era sencillo, pero como las válvulas podían atascarse en ese medio arenoso, era necesario efectuar la descarga a cierta distancia por delante de la rueda; un viento fuerte podía llevársela de la cabeza del carril antes de que la rueda pisara ese punto, de modo que podía resultar ineficaz en los momentos en que más se necesitaba la adherencia, como, por ejemplo, al poner en marcha la locomotora.
El ferrocarril británico Midland Railway se dio cuenta de estas limitaciones y adoptó en 1886 un sistema, ideado por el director de los talleres de Derby, mediante el cual la arena era arrojada bajo las ruedas por un chorro de aire comprimido procedente de la bomba del freno de aire Westinghouse. Cuando Westinghouse puso reparos, se remodeló el sistema para que funcionara por vapor; a partir de entonces fue ampliamente adoptado. Sin embargo, muchas compañías ferroviarias que empleaban frenos de aire, sobre todo en Estados Unidos, siguieron realizando el arenado por aire comprimido hasta el fin de la era del vapor.
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Secuencia operativa
El éxito del arenado dependía de que la arena contenida en el depósito y el sifón permanecieran secos. Los depósitos instalados sobre, o bajo, los costados de la plataforma eran vulnerables a la lluvia y la condensación, de modo que, previamente, había que limpiar de arena húmeda del mecanismo para que funcionara. En algunos ferrocarriles, los depósitos iban instalados encima de la caldera, para que el calor secara la arena y para mantenerla alejada de la maquinaria.
A principios de los años 50, cuando se diseñaron las locomotoras Standard de British Rail (BR), se las equipó con una variante del sistema de arenado por vapor que recibió el nombre de su inventor, Downs. No llevaba sifones para la arena, ya que el eyector la succiona directamente del depósito a través de un conducto espiral provisto de ranuras. Para mantenerla seca, alrededor había una tubería de vapor. El sistema Downs no tuvo demasiado éxito.
Otro sistema era el de Lambert, por el que una serie de lanzas de agua dispuestas en el depósito de arena la expulsaban por una apertura con trampilla para que cayera directamente sobre el carril.
Tecnología moderna
En los años 80, durante una racha de frío particularmente Intensa en el Reino Unido, muchos de los trenes de BR experimentaron problemas de adherencia sobre los helados carriles. Como plan de emergencia se dispuso que los maquinistas llevaran pequeños sacos de arena en la cabina para que, en caso de deslizamiento, detuvieran el tren y la palearan sobre las vías.
Cuando un maquinista de una Unidad Eléctrica regresaba exasperado a su puesto después de realizar la operación, se le oyó rezongar: "¡En los días del vapor no hubiera tenido que moverme de mi asiento para hacer esto!". ¡Bravo por la tecnología moderna!
Fuente: El Mundo de los Trenes - Ediciones del Prado S.A. 1997 - Madrid (España)

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